“Hago lo que quiero cuando quiero”. Esta inscripción en una tumba describe, sin duda, la personalidad del difunto. Revela un carácter voluntario e independiente, que no se somete a otra autoridad diferente a la suya, y que quiere realizar todos sus deseos. Pero también nos muestra que la voluntad del hombre tiene sus límites. Un día la vida se detendrá, y entonces nuestra suerte eterna dependerá solo de la actitud que hayamos tenido respecto a la voluntad de Dios.
La Biblia nos recuerda que Dios ahora manda a todos los hombres, en todo lugar, que se arrepientan. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Es el único medio de salvación propuesto por Dios. No hay otro, y debemos aceptarlo si queremos escapar al juicio y vivir felices en la eternidad. Los que sean condenados lo serán porque no quisieron creer. Jesús dijo a los que contendían con él: “No queréis venir a mí para que tengáis vida”, la vida eterna (Juan 5:40). La voluntad personal del hombre es un obstáculo para la fe. Necesitamos aprender la sumisión que toda criatura debe a su creador.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
“El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17).
Deuteronomio 1:19-46 – Juan 1:29-51 – Salmo 111:6-10 – Proverbios 24:23-26