Alguien dijo: “Solo sufrimos un instante; pero nos desanimamos y nos desesperamos porque pensamos en el pasado y en el futuro”. Estas palabras son instructivas. ¿Cómo reaccionamos ante el sufrimiento y las pruebas de la vida?
Podemos echar de menos la tranquilidad del pasado, la alegría y la facilidad en las que vivíamos. Pero Dios nos invita a no mirar hacia atrás para lamentarnos.
“Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría” (Eclesiastés 7:10). Al contrario, recordemos que hasta el día de hoy Dios nunca nos ha abandonado.
También solemos preocuparnos por el futuro: nuestras fuerzas declinan, la sociedad evoluciona de forma inquietante… Pero el apóstol nos dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). No podemos cambiar nada de nuestro pasado, y el futuro no nos pertenece. Todo está en las manos del “Dios que me favorece” (Salmo 57:2).
“Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34). El mal del momento presente puede ser soportado con la ayuda de Dios. Él comprende nuestros sufrimientos y es misericordioso con nosotros. Nos dará las fuerzas día tras día. Aprendamos a pedírselas cada mañana, descansando en su fidelidad. Él nos prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28:20).
Levítico 9 – Romanos 6 – Salmo 65:1-4 – Proverbios 16:9-10