La represa de la Grande Dixence (en los Alpes suizos) mide 285 metros de altura y 200 metros de grosor en la base. Permite acumular una gran cantidad de agua: ¡400 millones de metros cúbicos que provienen de 35 glaciares! Hace algunos años producía el 20% de la energía consumida en Suiza. Al visitar las instalaciones de la represa, pensé: toda esta agua podrá ser convertida en energía en las turbinas solo si se abren las válvulas.
Esta obra extraordinaria, fuente de tanta energía, me recuerda el poder de Dios que siempre está disponible para el creyente. Pero es necesario abrir las válvulas, para que los obstáculos que tan a menudo nos paralizan, desaparezcan. Los obstáculos son numerosos, por ejemplo, una mala conciencia. Dios, quien es santo, no puede manifestarnos su bendición y su poder si en nuestras vidas toleramos el mal (mentira, orgullo, conducta inmoral…).
El poder de Dios también puede ser limitado si hago de mí mismo el centro de todo. Dios no lo pondrá a nuestra disposición para satisfacer nuestro egoísmo. Demos a Jesucristo el primer lugar, pensemos en sus intereses. Vivamos para él y pongámonos al servicio de los demás. Entonces nuestras expectativas estarán más acordes con su voluntad, nuestras oraciones más eficaces, y veremos intervenir su poder.
No pensemos que nuestra falta de competencia es una discapacidad; al contrario, reconozcamos la poca fuerza que tenemos para decir, como el apóstol Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).
Isaías 50 – Marcos 8:1-21 – Salmo 53 – Proverbios 14:35