El tema de la repartición de las riquezas siempre es actual. Se trata de un problema grande y permanente, ya sea entre los miembros de una familia, entre las clases sociales o entre los pueblos del planeta. Pero nosotros los cristianos, ¿debemos tomar partido por uno u otro, en esta competencia por tener más que los demás?
Quizás hoy diríamos al Señor de esta manera: “Maestro, ves que mi vecino vive en el lujo, dile, pues, que comparta conmigo”. Pero la respuesta del Señor seguiría siendo la misma: “¿Quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?”.
¿Esto significa que el Señor aprueba la injusticia? De ninguna manera, pero por el momento su objetivo no es establecer la justicia en la tierra. Jesús no vino para juzgar, sino para salvar. Pero cuando venga para juzgar a los vivos y a los muertos (2 Timoteo 4:1), ¿quién escapará? Hoy es el día favorable para escuchar su llamado y aceptar su gracia.
Aunque era el dueño de todo, Jesús vivió en la pobreza, para que por medio de su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos (2 Corintios 8:9). ¿Con qué riqueza? El Señor ofrece gratuitamente el perdón de los pecados y la vida eterna a todo el que cree en él. La gran riqueza del creyente es conocer al Señor Jesús.
“Hay quienes pretenden ser ricos, y no tienen nada; y hay quienes pretenden ser pobres, y tienen muchas riquezas” (Proverbios 13:7).
“Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores” (Salmo 37:16).
Isaías 48 – Marcos 7:1-23 – Salmo 51:13-19 – Proverbios 14:31-32