La contaminación está por todas partes, a diario lo constatamos. Los científicos lo confirman. Dicen que la humanidad tendrá que luchar con muchas dificultades y que quizás, incluso, va hacia su propia destrucción. Las conferencias internacionales se suceden, vastos programas son elaborados, pero parece que el mal ya no puede detenerse. Entendemos por qué la Biblia dice que la creación gime…
¿Qué hacer? El cristiano debe recordar que es un peregrino en la tierra. Pasa por un mundo que sufre las consecuencias del pecado, pero tiene una verdadera simpatía por los que sufren. Su tarea principal es predicar el Evangelio y presentar a todos a Cristo, quien obra en sus corazones para que sean sus discípulos (Mateo 28:18-20). Solo Jesucristo puede transformar una vida y darnos una esperanza que sobrepasa nuestra vida en la tierra, un futuro y una esperanza para el cielo.
Consciente de que Dios creó la naturaleza como su entorno de vida, el hombre, el creyente en especial, debe respetarla y administrarla lo mejor posible, cada uno a su nivel.
Los cristianos no deben turbarse ni desanimarse, pues el Señor Jesús, el dueño de nuestro planeta, volverá para llevar al cielo a aquellos que creyeron en él. Más tarde, en la tierra, Jesucristo instaurará un reino de paz y de prosperidad. La naturaleza rejuvenecerá, cantará de alegría y alabará al Señor (Salmo 96:12). “Todo lo que respira alabe al Señor. Aleluya” (Salmo 150:6).
Isaías 46-47 – Marcos 6:30-56 – Salmo 51:6-12 – Proverbios 14:29-30