El relato que leeremos a continuación es de un conocido cristiano que refleja el entusiasmo de un recién convertido.
“Tomé mi decisión; acepté la salvación. Lo confieso: ¡Me convertí en un discípulo de Cristo! Mi pasado ha sido rescatado, mi presente asegurado y mi futuro preparado. Mi antigua vida está crucificada, y la nueva santificada. Ya no ando por vista, sino por fe. Ya no camino en la condenación, sino en la liberación. Ya no estoy en las tinieblas, sino en la luz. Ya no estoy prisionero, sino libre, y sigo adelante.
Empecé la carrera con Cristo, lleno de fuerza, porque me libera de mi debilidad; lleno de esperanza, porque me libera de la desesperación; lleno de fe, porque me libera de la duda; lleno de ánimo, porque me libera de Satanás. Ahora tengo confianza, mi mente está renovada; si me dejo guiar por él, tendré pensamientos santos, diré palabras verdaderas… Fui comprado a gran precio, sellado con el Espíritu Santo, y me convertí en un heredero del reino”.
Dejemos que la Biblia complete:
“El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios… Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:3, 7).
“Cristo, cuando aún éramos débiles… murió por los impíos” (Romanos 5:6).
“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
“Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú… porque él (Dios) es vida para ti” (Deuteronomio 30:19-20).
Éxodo 39 – Hechos 27:1-12 – Salmo 37:8-15 – Proverbios 12:11-12