Es difícil hablar de enfermedad cuando el sufrimiento físico está ahí, cuando las fuerzas disminuyen, cuando el médico no puede garantizar nada… cuando estamos cansados de sufrir, cuando quisiéramos estar sanos, volver a nuestras actividades, disfrutar de nuestros familiares y amigos, cuando incluso tenemos que soportar los comentarios incómodos de algunos visitantes que quieren expresarnos su simpatía…
Los que están enfermos pueden encontrar en la Biblia expresiones o pasajes que corresponden a lo que están viviendo, a sus percepciones. Dios les dará una palabra de ánimo, de consuelo.
No nos sanará necesariamente, aunque podría hacerlo. Él es soberano y no tiene que darnos explicaciones.
Sin embargo, en la Biblia encontramos palabras reconfortantes. Sea cual sea el desenlace de la enfermedad, Dios quiere que el creyente experimente su presencia y sus cuidados en medio de la prueba. Él es quien mejor comprende a la persona que sufre, y además tiene el poder para sostenerla.
Pero hay una curación que es segura, es la curación del alma. Jesús vino a la tierra como el médico divino. Si bien es cierto que sanó enfermedades físicas, sobre todo quiso salvarnos de la enfermedad mortal del pecado. Esta es la primera curación que debemos desear, pues todos la necesitamos y está asegurada a todos los que se la piden.
Éxodo 19 – Hechos 14 – Salmo 31:1-8 – Proverbios 11:3-4