Hay muchas cosas bellas en la naturaleza, y el hombre natural es capaz de producir y apreciar la excelencia de la música, el arte y la literatura. Sin embargo, el mal que hay en el mundo está siempre presente; se muestra en público, lo difunde la prensa y se difunde por diversos medios. La ficción se complace en ella, se reproduce en lugares de entretenimiento y se explota para obtener beneficios.

Entonces ¿cómo puede el cristiano mantenerse alejado de las malas influencias de un mundo así? Ocupando sus pensamientos en lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable; en las cosas que son de buen nombre, en toda virtud y en lo que es digno de alabanza. Estas cosas encuentran su perfecta expresión en Cristo, y también en los suyos en la medida en que Cristo sea formado en ellos. Cristo siempre será nuestro recurso para elevarnos por encima de las malas influencias de un mundo sin Dios. El carácter se forma con lo que alimenta nuestros pensamientos. De ahí la importancia de la exhortación: “En esto pensad”.

Aquel cuyos pensamientos están ocupados en lo que es moralmente amable, en las cosas en las que Cristo encuentra complacencia, estará listo para hacer lo que le agrada a Cristo. Por eso, al “en esto pensad” del versículo 8 le sigue el “esto haced” versículo 9. Así como los malos pensamientos del corazón se manifiestan en los malos caminos, los pensamientos justos se traducen en acciones correctas. Si pensamos en lo que es moralmente correcto y hacemos lo que es agradable a Dios, no solo tendremos “la paz de Dios” (v. 7) en nuestros corazones, sino también al “Dios de paz” acompañándonos en nuestro andar.