Cuando hablo de Dios, muy a menudo la gente me responde citando la religión. El diccionario define la palabra religión como un conjunto de actos rituales destinados a poner al hombre en relación con Dios.

¿Podemos limitar o encerrar al Dios infinito, creador del universo, en una religión? Todas las religiones del mundo son construcciones humanas. Sus prácticas y credos proporcionan una estructura que tranquiliza a los fieles. Aún hoy constituyen barreras que guían y orientan los comportamientos, tratando de obligar a cada persona a comportarse bien. Pero Dios es infinitamente más grande que cualquier sistema religioso.

La Biblia no nos propone una religión. El mensaje del Evangelio no consiste en atar a nadie a una religión, sino a establecer una relación viva y feliz entre el Dios infinito y cada uno de nosotros.

Las religiones ofrecen al hombre un camino hacia Dios a través de una buena conducta, rituales y obras meritorias.

En cambio, el Evangelio presenta el camino de Dios hacia el hombre. De hecho, Dios vino a nosotros porque nosotros no podíamos ir a él. Jesucristo se hizo hombre como nosotros. Al morir en la cruz quitó la barrera del pecado que nos separaba de Dios.

¡El Evangelio, palabra que significa “buena nueva”, no es la proclamación de una religión, sino de un Salvador!

¿Tiene usted una religión o un Salvador?