«La primera liberación que experimenté, después de volverme a Jesús, fue que ya no me sentía culpable. A partir de ese momento, y con su ayuda, tomé decisiones que he mantenido. Le dije al Señor que dejaría de fumar, le pedí que me ayudara, y lo hizo. A veces tengo el deseo de fumar, pero le pido a Jesús que me ayude, y él me da la fuerza para resistir. Aún paso por momentos de depresión, pero los vivo de forma diferente: ¡pongo todo en las manos de mi Señor, y él me llena de paz!
Incluso cuando atravieso la tempestad, tengo un amigo a mi lado para apoyarme. Ese amigo es Jesús. Me permite experiencias que me enseñan algo sobre él y sobre mí misma… A veces es doloroso, pero incluso en los días en que todo parece insuperable, él siempre está ahí.
También me ayuda mucho estar rodeada de cristianos sinceros, no de cristianos perfectos, pero sí de amigos que saben ayudarme y amarme. La familia de Dios es uno de los regalos más hermosos que he recibido, aunque en general, soy una persona bastante solitaria. Es muy importante orar a Dios con otros cristianos, alabarle, escuchar su Palabra, ¡incluso cuando no sentimos la necesidad de hacerlo, o tenemos otras cosas que hacer! Con ellos he aprendido mucho, tanto en el aspecto espiritual como en el humano, ¡y sigo aprendiendo! Estoy fortalecida y animada en el Señor Jesús, mi Salvador».
Job 21 – Hebreos 9:1-14 – Salmo 127 – Proverbios 28:1-2