En el Nuevo Testamento, la vida cristiana es comparada con un combate. Y este solo terminará cuando el creyente llegue al cielo, junto a su Salvador.
Todo combatiente debe conocer a su adversario, estar informado sobre su armamento, su estrategia, para poder resistirlo y destruir sus artimañas. Pero, ¿es esto suficiente?
Nuestro gran enemigo es claramente el que la Biblia llama el adversario, el diablo, que merodea a nuestro alrededor: Satanás con sus artimañas y su poder. Nos ataca sugiriendo razonamientos que se usan en el mundo, pero que nos alejan de las enseñanzas de la Biblia. Apela a nuestros deseos, a menudo a través de imágenes, presentándonos todo lo que podría tentarnos. Excita nuestro egoísmo, nuestro orgullo, tentándonos con la comodidad, la riqueza, la gloria, la felicidad efímera de este mundo. También nos ataca mediante la violencia. En algunos países utiliza el peso de la miseria, la persecución, e incluso la tortura y la muerte.
Son batallas diarias de las cuales podemos salir victoriosos si permanecemos cerca del Señor. La lucha será desigual si no permanecemos firmemente unidos a Cristo mediante la oración y la lectura de la Palabra de Dios. Pero si estamos del lado de Jesús, el Vencedor, le oiremos decir: “Confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Él quiere asociarnos a su victoria, fortalecer nuestra fe en él como poderoso vencedor, mantenernos humildes, vigilantes y confiados al mismo tiempo.
Job 12 – Hebreos 4 – Salmo 121 – Proverbios 27:13-14