En la Biblia, a menudo la palabra “tentación” es asimilada a una prueba para el creyente. Ella surge cada vez que nuestra fe se enfrenta a una elección entre dos caminos: uno hacia Dios y otro que nos alejaría de él.
La tentación también puede aparecer en cualquier situación en la que nuestras codicias se manifiestan, o igualmente si buscamos obtener una promesa de Dios por nuestros propios medios. Jacob mintió a su padre para obtener la bendición prometida (Génesis 27).
Para los creyentes, la tentación es, en primer lugar, una prueba de su fe. Así, para salir victoriosos de la tentación, nuestra fe y nuestra confianza en Dios deben ser fortalecidas.
En la tentación, el secreto es apoyarnos en lo que Dios ha dicho. Jesús salió victorioso de las tentaciones del diablo, citando la Escritura: “Escrito está” (Lucas 4:4). El otro gran recurso es la oración: “Orad para que no entréis en tentación”, dijo Jesús (Lucas 22:46).
Dios no tienta a nadie, en el sentido de que él nunca nos lleva a pecar, pero a veces pone a prueba nuestra fe para fortalecerla. Nuestra vida no puede escapar a la prueba de la fe, pues a menudo la necesitamos para crecer.
No nos desanimemos en esos momentos, al contrario, busquemos al Señor, confiando en sus promesas y en su Palabra. Él es fiel y vendrá a ayudarnos.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Job 35-36 – Colosenses 2 – Salmo 135:8-14 – Proverbios 28:23-24