Un neurólogo empezó su conferencia diciendo: «¿Qué dicen las neurociencias sobre las palancas que hay que activar para provocar un cambio de comportamiento duradero en los individuos?… La necesidad de un cambio rápido y profundo de la sociedad nunca se había impuesto con tanta fuerza en la mente de las personas… Los comportamientos siguen siendo, sin embargo, el gran factor limitante para una sociedad más deseable, equitativa y sostenible».
El mundo va mal a nivel económico, social, ecológico, moral, sanitario… Aspiramos a una humanidad diferente a la que existe, más justa, menos egoísta, menos violenta, pero vemos todo lo contrario.
La Biblia nos dice que el ser humano no puede cambiar su propia naturaleza ni la de los demás. Pero lo que el hombre no puede hacer, Dios sí puede hacerlo. Él nos invita a cambiar nuestro comportamiento, o más exactamente, a arrepentirnos. “Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados” (Hechos 3:19). Debemos dar un giro de 180 grados en nuestra forma de pensar y de vivir. Es preciso reconocer que somos culpables ante Dios, debido a nuestros pecados. Es necesario pasar de negar a Cristo, o de la simple indiferencia, a la fe en él, creyendo que murió por nuestros pecados y resucitó. “El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14). Al que cree, Dios le da una nueva naturaleza capaz de vivir y actuar para su gloria, en una felicidad duradera, incluso eterna.
Job 28 – Hebreos 11:1-22 – Salmo 131 – Proverbios 28:9-10