Un escritor cristiano dijo: «Si queremos conservar las bendiciones de lo alto, debemos compartirlas. Si dejamos de dar, dejaremos de poseer». Si no utilizamos lo que tenemos, acabaremos por perderlo.
El Señor puede permitir que los suyos pasen por situaciones difíciles, a fin de que aprendan que su gracia es suficiente para todo. Así también podrán ayudar a los demás.
En la prueba, el creyente descubre ciertos caracteres del Señor. Aprende a conocer a Dios como el “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). El consuelo que el Señor le da produce agradecimiento y alabanza. Es como el agua refrescante que fluye hacia los que la necesitan. Así el creyente fortalecido por el Señor puede consolar a los que sufren (segundo versículo del día).
Si Dios nos da el consuelo, el gozo, o incluso nos reprende, debemos considerarlo como un favor que debemos compartir. La vida cristiana no es solo individual, sino también colectiva, y debe vivirse en el amor y la verdad. Es un privilegio y un gran estímulo compartir con otros creyentes las experiencias que hemos tenido con nuestro Dios, o lo que hemos aprendido de él.
Job 24 – Hebreos 10:1-18 – Salmo 129 – Proverbios 28:5-6