«Nací en una familia cristiana, pero hasta octubre de 2004 tuve altibajos en mi relación con Dios. Trataba de llenar mi vacío interior con el alcohol, el tabaco y demás…
Conocía las historias de la Biblia, las creía, pero… a la distancia. A veces me entusiasmaba, pero cuando salía de la iglesia, las preocupaciones de la vida ahogaban esta palabra fresca en mi corazón. Y cada vez que volvía a la iglesia, cuando mi vida «al margen» no era bonita, me sentía culpable y tenía la impresión que todo el mundo lo notaba. Así, pues, la mayor parte del tiempo evitaba salir con mis amigos cristianos.
Comencé a pensar que la bendición de Dios era para otros… Entonces un día, no sé por qué ese domingo y no otro, lo que había estado escuchando todos los domingos durante diez años adquirió un significado decisivo para mí. El Señor me hizo tomar consciencia de que yo no era lo que él quería que fuera, y que me estaba autodestruyendo. Entonces comprendí que era el momento de dar ese giro de 180 grados en mi vida. Debía hacer ese giro en U (la llamada «conversión»), que ha cambiado la vida de tantas personas. Me dirigí sencillamente al Señor Jesús y le dije todo lo que sentía. Me perdonó, en medio de mis lágrimas y mis muchas preguntas».
Job 20 – Hebreos 8 – Salmo 126 – Proverbios 27:23-27