La señora Brown estaba en el umbral de su casa, observando ansiosamente hacia la carretera. De repente vio acercarse a un joven vestido de azul. Se apresuró a ir a su encuentro, segura de que se trataba de su único hijo, que por fin regresaba de su viaje por el mar. Pero pronto descubrió su equivocación. Incómodo, Pedro se presentó como amigo de su hijo.
–Ah sí, he oído hablar de usted… ¿Dónde está mi hijo, mi Jimmy?
–Él… él… el barco chocó con una roca…
Pedro no pudo terminar. La madre comprendió la triste noticia y dio un grito de dolor. Luego escuchó la historia del naufragio. Solo sobrevivieron veinte hombres. Jimmy estaba muerto… Después de un momento, la madre preguntó:
–¿Vio morir a mi hijo? ¿Cómo murió?
–Señora, no puedo decírselo.
Ella insistió: Debe decírmelo. Sé que murió en paz, porque oré mucho por él.
Pedro siguió negándose, pero ella insistió, y finalmente dijo:
–Una ola se lo tragó mientras él juraba y maldecía.
La pobre madre entró en shock. Luego agregó, mostrando a Pedro su texto favorito, colgado en la pared: “Para Dios todo es posible” (Mateo 19:26).
–Incluso después de lo que me ha contado, creo que Dios salvó a mi hijo.
Con los ojos llenos de lágrimas, en un tono que revelaba una fe y una confianza tales que Pedro nunca olvidaría, continuó: El Señor lo halló bajo la ola…
Job 9 – Hebreos 2 – Salmo 119:169-176 – Proverbios 27:9-10