Era un programa para el público en general. Uno de los oradores declaró en tono tajante: «Jesucristo nunca existió, no hay rastro de él en la arqueología, ya nadie cree en los relatos bíblicos, fueron escritos mucho después de la muerte de aquellos de quienes hablan, y no son más que leyendas».
Este señor no nos dijo si era ateo, agnóstico o simplemente incrédulo. Tenemos derecho a no creer. Podemos cuestionar los hechos, pero no tenemos derecho a ignorar voluntariamente los hechos mismos. ¿En la arqueología futura, habrá algún rastro de este señor? No es seguro. Sin embargo, existe, ¡lo he oído!
Algunos se niegan a creer en Jesucristo, cuando podrían ver claramente los hechos. Otros creen en él sin poder dar una base racional a sus convicciones. Y usted, ¿qué piensa? Puede descubrir que Jesucristo no solo existió, ¡sino que aún vive! Ahora mismo puede tener una relación personal con él. ¿Cómo? Reconozca que el diagnóstico de Dios es correcto y acepte el remedio que le ofrece: crea que la muerte de Jesús fue expiatoria, diseñada para borrar sus pecados, sus errores y todo lo que lo ha alejado de Dios hasta ahora. Creer en el valor del sacrificio de Cristo, que nos reconcilia con nuestro Creador, nos lleva a descubrir la verdadera vida.
No se deje engañar. Estos hechos son demasiado serios, su presente y su futuro dependen de lo que haga con ellos.
Job 1 – Juan 19:1-30 – Salmo 119:129-136 – Proverbios 26:27-28