La idea de la reencarnación es la base de algunas religiones: hinduismo, budismo, etc. Según dicha creencia, cuando un ser humano muere, su alma encontraría otro cuerpo donde vivir.
Esta antigua creencia se está extendiendo en los países occidentales, y algunas personas incluso piensan que es compatible con el cristianismo, asemejándola a la resurrección. En realidad, esta noción es enteramente opuesta a lo que la Biblia enseña. Muestra la confusión del ser humano ante la muerte, y su necesidad de aplazar las consecuencias de su conducta. ¿Qué hay después de la muerte, y qué consecuencias tendrá para mí la manera en que he vivido?
En primer lugar, la supuesta reencarnación consistiría en que nuestra alma encontrara en la tierra otro cuerpo, sea humano o animal.
La resurrección bíblica es algo totalmente distinto. Nuestro cuerpo es como una semilla plantada en la tierra, que muere para dar lugar a un cuerpo espiritual: “Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual” (1 Corintios 15:44).
Además, Jesús explica que todo ser humano resucitará: pero solo “los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida” (Juan 5:29). Entonces surge la pregunta: ¿He hecho lo bueno? La Biblia es clara al respecto: “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:12). ¿Resucitaré entonces para el juicio? Jesús tranquiliza al que cree: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26).
Ester 5-6 – Juan 16 – Salmo 119:97-104 – Proverbios 26:19-20