Stephanie, abandonada a los cuatro años en Corea, sobrevivió en condiciones extremas antes de ser adoptada por una pareja cristiana de Norteamérica. Ella cuenta lo siguiente:
«A los 17 años, una noche en la que estaba especialmente desesperada, mi padre adoptivo me dijo que Jesús sabía cómo me sentía y que solo él podía ayudarme. Hasta entonces, había pensado en Jesús solo como el Hijo de Dios. Por primera vez me impactó su humanidad y lo que vivió en la tierra. Entonces pensé: Él experimentó el rechazo, como yo. Se burlaron de él y lo maltrataron, como lo hicieron conmigo.
A solas, en mi habitación, oré: Señor, haz algo por mí; hazlo ahora, te lo ruego. ¡Y lo hizo! Comencé a llorar. Hacía años que no lloraba, pero esa noche algo frío y duro, que se interponía entre Dios y yo, se rompió dentro de mí.
Al oír mis gemidos, mis padres vinieron y se sentaron en mi cama. Oraron por mí en silencio. Entonces comprendí que Jesús me conocía y me amaba, a pesar de mi vergüenza, mi culpa, mi angustia y mi soledad. ¡Él me amaba!
Desde ese día no he vuelto a ser la misma. Antes pensaba que el amor de Dios era solo para los demás, que él no podía amarme. Yo era mestiza, había sido maltratada y estaba llena de una terrible ira. Pero esa noche descubrí que Jesús me amaba tal como era».
2 Samuel 10 – Hechos 2 – Salmo 23 – Proverbios 10:1-2