«Un buen día nos despertamos y nos preguntamos cómo hemos podido llegar hasta aquí. ¿A dónde ir?… Nos sentimos perdidos como un niño que no encuentra a sus padres… Tenemos la sensación de no pertenecer al mundo, como si hubiéramos nacido en el lugar y en el momento equivocado… Sin embargo, este sentimiento de estar perdido, por más doloroso que sea, puede leerse como una señal de la gracia divina. Porque así como la sed nos recuerda nuestra necesidad de beber, este sentimiento nos recuerda nuestra necesidad de Dios».
Cuando hallamos a Dios por la fe, nuestra sensación de estar perdidos da lugar al gozo de conocerlo. ¡Entonces nuestra vida encuentra su sentido!
Cuando busco a Dios, él ya me está buscando primero. Misteriosamente, nuestra búsqueda de Dios es la prueba de que él se acerca a nosotros.
2 Samuel 2 – Mateo 24:29-51 – Salmo 20:6-9 – Proverbios 8:12-16