En 2005, el huracán Katrina arrasó muchos estados de América, causando enormes daños. En Mississippi, una pareja de cristianos ancianos siguió el pronóstico del tiempo. Salieron de su casa a tiempo para buscar refugio en un albergue de emergencia. Cuando la tormenta cesó, volvieron a casa. Pero, ¡qué sorpresa! Su vivienda estaba totalmente destruida. ¿Dónde podrían vivir ahora? Entonces, se encomendaron a Dios. Su hija los llamó por teléfono para invitarlos a su casa en Atlanta. Pero no tenían dinero para pagar los tiquetes de avión, y todos los bancos estaban cerrados.
Mientras trataban de salvar algunas de sus pertenencias, encontraron fotos de familiares mojadas entre los escombros. Cuando el anciano intentó sacar del marco una foto de su padre, cayeron 366 dólares. ¡Esto era lo que costaban los dos boletos de avión para ir a Atlanta! Qué maravilla ver que Dios respondiera a sus oraciones dándoles exactamente lo que necesitaban. ¡Una vez más comprobaron que siempre podían contar con él!
Debemos aprender esta lección de confianza, como lo hicieron los discípulos de Jesús en medio de la tormenta. Despertaron al Señor, quien estaba durmiendo en la parte trasera de la barca. Él se levantó enseguida y con una palabra calmó la tormenta: “Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza”. Entonces se dirigió a sus discípulos y les preguntó: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:39-40).
2 Samuel 1 – Mateo 24:1-28 – Salmo 20:1-5 – Proverbios 8:1-11