Hace más de un siglo, un evangelista descendió a una mina para hablar a los mineros sobre el amor de Dios, quien ofrece la salvación gratuita a todos los que creen en su Hijo.
Uno de ellos dijo:
–¡Me parece demasiado fácil!
El predicador le preguntó:
–Dígame, ¿cómo sale usted de esta mina?
–Por el ascensor, respondió el minero. En pocos minutos uno encuentra la luz del sol.
–Es fácil, efectivamente. Pero cavar este pozo e instalar todo el mecanismo a tal profundidad debió costar mucho trabajo.
–Sí, el dueño se gastó una fortuna, pero es la única forma de salir de la mina.
–Pero cuando Dios dice que el que cree en su Hijo tiene vida eterna, usted dice que es demasiado fácil. ¡Eso sería como no usar el ascensor porque a usted no le costó nada!
Sacarnos del pozo donde el pecado nos había sumergido costó mucho más de lo que nosotros podíamos pagar. Pero Dios pagó dando a su Hijo unigénito. Jesús dio su vida en la cruz, sufrió en nuestro lugar la ira de Dios contra nuestros pecados. Todo está arreglado, Dios solo nos pide creer y aceptar su maravilloso regalo. Él lo llama hoy, ¡no rechace su amor! ¡Vaya a su luz!
“Mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:17-18).
Nehemías 8 – Juan 10 – Salmo 119:17-24 – Proverbios 25:27-28