En la Ley, Jehová había señalado que ciertos sacrificios en específico debían ser presentados delante de él “en el lugar que Jehová escogiere”. Sin embargo, también se le permitía a los israelitas disfrutar de las bendiciones que Dios les había dado dentro de todas sus puertas (véase v. 15 NBLA). Hay una lección espiritual práctica para nosotros en esto.
Si Dios nos ha bendecido con “toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3), ¿debemos alegrarnos de ello solamente cuando nos reunimos en el nombre del Señor? Esto sería algo muy difícil para muchos creyentes y, ciertamente, tal limitación nos empobrecería espiritualmente. Aunque debemos reunirnos para presentar a Dios aquello que le es debido y para regocijarnos en él por todas sus obras (véase He. 10:24-25; 13:15-16), también debemos hacerlo en nuestra vida diaria. Durante la semana, a medida que avanzamos en dulce comunión con nuestro Señor, también tenemos libertad para disfrutar de nuestras ricas bendiciones celestiales, conforme al deseo de nuestras almas.
Podemos cantar, alabar y dar gracias con todo nuestro corazón; y podemos hacerlo no solo en las reuniones de iglesia, sino también en nuestros hogares, con amigos y familiares. La expresión “en todas tus puertas” (NBLA) nos recuerda que este regocijo en las bendiciones del Señor no debe manifestarse fuera, en el mundo y de manera mundana, con los no creyentes, sino “dentro de todas tus puertas”, es decir, en la familia y con los creyentes, en comunión con el Señor. Estas bendiciones en Cristo nos han sido dadas para que las disfrutemos diaria, individual y colectivamente.