Sin darse cuenta que el Señor se había apartado de él, y pensando que podía librarse como lo había hecho antes, Sansón fue capturado por los filisteos. Ellos le quitaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce, y lo pusieron a girar el molino en la prisión.
Este mundo, que odió a nuestro Señor Jesús, también odia a sus seguidores. Así como con Sansón, el mundo buscará esclavizarlos a sus intereses y transformarlos en objetos para entretenerse. Cuando el Señor fue crucificado, las personas de este mundo se sentaron para verlo sufrir, burlándose e injuriándolo mientras colgaba en la cruz. Los primeros cristianos fueron condenados a muerte, transformándose en espectáculo al mundo, tanto a ángeles como a hombres. Y los creyentes a lo largo de los siglos han tenido que enfrentar tratos similares.
A Sansón le creció el pelo en prisión. Mientras servía de juguete para los filisteos durante un banquete, él oró pidiendo fuerzas para vengarse de los filisteos por sus dos ojos, logrando derribar el templo de Dagón sobre miles de sus enemigos. Su triste epitafio es que mató a más enemigos en su muerte que en su vida-Dios tenía un propósito para su vida, pero su muerte logró más que su vida.
Nuestro bendito Señor Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hch. 10:38). Glorificó a Dios durante toda su vida en la tierra. Sin embargo, podemos decir, reverente y agradecidamente, que Él cumplió incluso más en su muerte que en su vida. Su muerte nos ganó la salvación eterna. Actualmente, esta gran salvación sigue siendo ofrecida libremente a todo aquel que se acerca a Él por la fe.