¡Qué contemporáneo! Al pueblo de Dios, en tiempos de Ezequiel, le encantaba escuchar voces hermosas y buena música. Ezequiel quizás podría haber sido más popular si se hubiese concentrado en reconfortar a sus oyentes con cosas como esas. Incluso podría haber cambiado los peligros de ser un profeta por la emoción de ser un artista.
No me malinterpreten. No estoy criticando a los artistas cristianos ni a quienes los escuchan. Dejaré su evaluación en manos de Aquel que revelará los motivos del corazón en un día venidero (1 Co. 4:5). Pero algunas expresiones del pasaje de Ezequiel 33:30-33 suenan como si hubiesen sido escritas hoy y desafían nuestros corazones.
Primero, las personas estaban hablando de Ezequiel por todas partes, y de una forma positiva. Incluso se animaban mutuamente a escucharlo y decían: “Venid ahora, y oíd qué palabra viene de Jehová”. Hasta aquí, todo bien. Luego tomaban su lugar como el pueblo de Dios y se sentaban delante de él. Hasta aquí todo bien. Pero entonces llegó la hora de la verdad, pues Dios le dijo al profeta: “oyen tus palabras y no las cumplen sino que siguen los deseos sensuales expresados por su boca, y sus corazones andan tras sus ganancias” (v. 31 NBLA).
No hay nada malo con las canciones de amor y las voces hermosas. No es necesario que peleemos con quienes tocan bien un instrumento. Pero estamos completamente equivocados cuando escuchamos la Palabra de Dios y nos negamos a obedecerla; cuando escuchamos experiencias agradables (incluso experiencias cristianas) y evitamos ser fieles a Dios.
¡Gracias a Dios por Ezequiel y por aquellos que como él, hoy en día, hablan como boca de Dios! Puede que las personas no presten atención, pero ellos “sabrán que hubo profeta entre ellos” (v. 33).