Estas palabras pronunciadas por los ángeles se dirigen a Jesús, el Cordero de Dios (Juan 1:29), y contrastan con lo que Jesús encontró en la tierra por parte de los hombres. Él es digno de recibir:

– “El poder”: los hombres lo consideraron digno de una cruz y se burlaron de él: “Sálvate a ti mismo” (Mateo 27:40).

– “Las riquezas”: Jesús nació en una familia pobre y trabajó como carpintero. “Se hizo pobre, siendo rico” (2 Corintios 8:9).

– “La sabiduría”: Lo trataron de loco (Juan 10:20), siendo él la sabiduría de Dios en persona (1 Corintios 1:24).

– “La fortaleza”: Jesús aceptó la debilidad unida a la condición humana, y fue “crucificado en debilidad” (2 Corintios 13:4).

– “La honra”: Jesús dijo: “Vosotros me deshonráis” (Juan 8:49). Y este desprecio llegó a su colmo en el momento de su suplicio: le escupieron la cara, lo coronaron de espinas (Marcos 15:16-19).

– “La gloria”: Jesús, quien era Dios, se hizo hombre y aceptó la muerte de la cruz, un castigo reservado a los esclavos.

– “La alabanza” o bendición: La crucifixión también correspondía a una maldición del Antiguo Testamento: “Maldito todo el que es colgado en un madero” (Gálatas 3:13).

Esto fue lo que los hombres ofrecieron a Jesús durante su vida: desprecio, odio, insultos… Esto es lo que Dios reserva para su Hijo eternamente: poder, riquezas, sabiduría, fortaleza, honra, gloria y bendición.