Jesús es el hombre en quien Dios se reveló a la humanidad. Con su vida, sus palabras y sus enseñanzas nos mostró que él mismo es Dios; Dios “manifestado en carne”, es decir, Dios hecho hombre.
Este es el punto central de la fe cristiana. Jesús no es solo el enviado de Dios o el que habló en su nombre. ¡Él es Dios y hombre a la vez! Su nacimiento, su vida y su muerte demuestran que es hombre, pero también nos revela a Dios, quien es Espíritu (Juan 4:24). ¡Este es un gran misterio!
Los cuatro evangelios, de forma complementaria, nos presentan esta maravillosa persona. Nos hablan de su vida y de sus enseñanzas. La fe de los cristianos se basa principalmente en estos textos, pero también en toda la Biblia. El mismo Jesús, empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, explicó a sus discípulos, en todas las Escrituras, los pasajes que se referían a él (Lucas 24:27).
Jesús reunió a sus discípulos (Juan 11:52). Fue él quien edificó lo que él mismo llama “mi Iglesia”, o más literalmente, «mi Asamblea», la cual está formada por todos los que creen en él, y que son llamados hijos de Dios. Estos tienen un punto esencial en común: su vínculo personal con Jesucristo resucitado. Ser cristiano es saber que Jesús es el Salvador que me libró del castigo que yo merecía y me dio la vida eterna. También es conocerlo como mi Maestro y modelo en mi forma de vivir. Busquemos, pues, su voluntad cada día.
Esdras 1 – Juan 1:1-28 – Salmo 111:1-5 – Proverbios 24:21-22