En la primavera de 1875, Hudson Taylor, fundador de la Misión Cristiana en China, estaba en el andén de la estación de Brighton, esperando el tren de vuelta a Londres. Un príncipe ruso, el conde Bobrinsky, quien poco antes lo había oído predicar, se ofreció a viajar con él.
–Yo viajo en tercera clase, dijo el misionero.
–Mi billete me permite hacer lo mismo, fue la respuesta.
Cuando estaban solos en su compartimento, el conde sacó su cartera y dijo:
–Permítame que le dé algo por su trabajo en China.
Al mirar el cheque que le entregaba, H. Taylor pensó que debía haber un error, pues era una suma muy grande.
–¿Pensó darme cinco libras?, dijo. Déjeme devolverle este cheque, pues es de cincuenta libras.
–No puedo recibirlo, respondió el donante, sorprendido. Tenía la intención de darle cinco libras, pero Dios debe querer que reciba cincuenta. ¡No me lo puede devolver!
Impresionado por este incidente, H. Taylor llegó a Londres y se dirigió inmediatamente al centro misionero donde en ese momento tenía lugar una reunión de oración. Había que hacer un pago en China y faltaban cuarenta y nueve libras. Los que conocían la situación habían sentido la necesidad de orar especialmente por ello, y mientras oraban, llegó H. Taylor y puso el cheque de cincuenta libras sobre la mesa.
¡Es maravilloso ver cómo Dios responde las oraciones!
Ezequiel 23:28-49 – Hechos 28:17-31 – Salmo 37:30-34 – Proverbios 12:17-18