Koeun Path, un joven camboyano, cuenta lo siguiente: «Estaba huyendo de los Jemeres Rojos (Partido en Comboya) para salvar mi vida. Tras semanas de deambular soportando frío, hambre y miedo, me capturaron en un país vecino. Allí una persona me habló del Dios de la Biblia, un Dios tan diferente de las deidades invocadas por mi familia y mi pueblo. Estas deidades me habían abandonado en mi huida desesperada. Pero el Dios de la Biblia, ¿veía el corazón de los Jemeres Rojos y el mío? ¿Sabía lo que yo pensaba y sentía? A menudo tenía pensamientos de los cuales no estaba orgulloso, y creía que era el único que los conocía. Pero, si Dios me juzgara por mis actos y mis pensamientos, ¡estaría condenado!».
Entonces Koeun dijo a su visitante:
–Me dices que después de la muerte seré juzgado por Dios, ¿y llamas a eso buenas noticias?
–Cuando Jesucristo murió en la cruz, le respondió su interlocutor, sufrió el castigo que todos nosotros merecíamos. Si usted pone su confianza en él, puede escapar de la condenación, ser perdonado y recibir el inmerecido regalo de la vida eterna. Esa es la buena noticia del cristianismo: ¡un regalo inmerecido!
«Esta afirmación me dejó pensativo. En la ley budista del karma no hay lugar para lo gratuito. Por eso, que alguien pudiera llevar sobre sí las consecuencias de mis malas acciones me parecía impensable. ¡Esta buena noticia era muy diferente a todo lo que había oído hasta entonces!».
Ezequiel 20:23-49 – Hechos 26:19-32 – Salmo 37:1-7 – Proverbios 12:9-10