En un anuncio fúnebre, publicado en el periódico, leí: «Esto no solo le ocurre a los demás, yo (nombre y apellido), los dejé… Adiós, la muerte es una broma, es mejor reírse de ella».

Los humoristas de todo tipo abundan. En un mundo desesperado, ¿podría la risa ser una terapia? La Biblia nos advierte que “aun en la risa tendrá dolor el corazón; y el término de la alegría es congoja” (Proverbios 14:13). ¿Podemos reírnos de todo? ¿Podemos burlarnos de la muerte, “el rey de los espantos”? Esto es peligroso, pues Dios nos advierte que después de la muerte viene el juicio (Hebreos 9:27), y que nadie puede burlarse de Dios (Gálatas 6:7). Para que no seamos condenados, Dios nos invita a conocerlo y a creerle. Él “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). La Biblia nos muestra que somos culpables ante él. Todos necesitamos ser liberados de esta culpa para poder reconciliarnos con Dios. Jesús “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad” (Tito 2:14). Si creemos en Jesús, la muerte nos llevará al cielo junto a él. Si lo rechazamos, la muerte nos introducirá en el lugar donde el tormento, la desesperación y el remordimiento serán la parte definitiva del incrédulo. Entonces no habrá lugar para las bromas.

Mi relación con Dios hoy determina mi futuro eterno. Ahora Jesús nos dice: “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).