Oriundo de una ciudad famosa, Saulo pertenecía a una familia rica y tenía una buena educación. Defendía más que nadie el judaísmo, la religión de sus antepasados. ¡Su posición era realmente envidiable!
Pero la vida de Saulo, quien se convirtió en el apóstol Pablo, tuvo un cambio radical. Jesús se le apareció cuando iba camino a Damasco, persiguiendo a los cristianos. Este encuentro extraordinario lo transformó, su escala de valores dio un giro completo. Conoció a Jesucristo como su Señor, y a partir de ese momento las demás cosas perdieron valor para él. Todo lo concerniente a Jesús se convirtió en lo más “excelente”. Oró para que los cristianos discernieran, como él, el gran valor que se hallaba en el “conocimiento de Cristo Jesús”. Todos sus privilegios anteriores, todo lo que antes le parecía deseable, ahora lo tenía “por basura”. ¡Qué cambio!
Como Pablo, el cristiano tiene un amigo maravilloso que eclipsa todo lo que los hombres consideran valioso: cultura, educación, riqueza, celo religioso, etc. ¡Ese amigo es Jesucristo!
Su verdadera razón de vivir es crecer en el conocimiento de su Señor, y discernir cada vez mejor las cosas “excelentes”, todo lo relacionado con la persona de Jesús, su obra, su resurrección y su gloria. Pablo dijo: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:21-23).
Ezequiel 8 – Hechos 18 – Salmo 32:8-11 – Proverbios 11:15-16