Adán, el primer hombre, desobedeció a Dios; así arrastró a todos los hombres tras él a pecar. Jesús, “el postrer Adán” (1 Corintios 15:45-47), obedeció perfectamente a Dios, reanudando la historia humana. Mediante su muerte y su resurrección, Jesús puede liberar del poder del pecado.
Ambos fueron tentados por Satanás. Pero:
– Adán estaba en el paraíso, un lugar de delicias. Jesús fue tentado en un desierto.
– Adán tenía comida en abundancia: “Todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Génesis 2:9). Jesús fue tentado después de ayunar durante cuarenta días (Lucas 4:2).
– Adán cohabitó con animales pacíficos. Jesús estuvo entre las fieras (Marcos 1:13).
Satanás los tentó a ambos, tratando de hacerles dudar de la Palabra de Dios y de su bondad (Génesis 3:1-5; Lucas 4:1-13). Utilizó “los deseos de la carne” (un fruto bueno para comer; convertir las piedras en pan), “los deseos de los ojos” (placer para los ojos; poseer reinos), “la vanagloria de la vida” (el deseo de ser inteligente; creerse invencible).
Adán dudó de lo que Dios le dijo, y sucumbió a la tentación. Jesús permaneció fiel en su perfección intrínseca, confiado absolutamente en Dios. Se enfrentó a Satanás diciendo: “Escrito está…”, ante lo cual Satanás tuvo que retirarse (Lucas 4:13). Así, Jesús demostró que él era perfecto, “apto” para sacarnos del camino que el primer Adán había tomado, y nosotros con él.
Ezequiel 5 – Hechos 16:11-40 – Salmo 31:21-24 – Proverbios 11:9-10