¿Hay algún ámbito en el que Dios no pueda ser autosuficiente? ¿El de su amor? En efecto, él quiere hacernos partícipes de su felicidad. Pero hay tanto egoísmo en el corazón humano que el amor de Dios por él es un enigma, incluso más incomprensible que su santidad. Jesús nunca hizo nada para sí mismo; incluso dio su vida por sus enemigos, ¡pero nadie lo comprendió!
Por otra parte, por muy agradables que sean ciertos aspectos de la naturaleza humana, la Biblia nunca dice que somos dignos de ser amados o que podemos hacer algo para serlo. En cambio, afirma que a los ojos de Dios somos aborrecibles, y que nos aborrecemos unos a otros (Tito 3:3). Somos odiosos, sin embargo, necesitamos ser amados, ¡tal es la contradicción de nuestra naturaleza! Solo Dios puede resolver estos temas que no tienen solución humana. Él amó primero a los seres humanos, ¡y los amó tal como son!
Para conocer el amor divino, frente a la perversidad del corazón humano, situémonos frente a la cruz. Allí Dios entregó a su amado Hijo para la salvación de sus enemigos, de los que le escupieron y le clavaron en una cruz.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8).
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39).
Ezequiel 4 – Hechos 15:36-16:10 – Salmo 31:14-20 – Proverbios 11:7-8