La Buena Semilla: Domingo 2 Marzo
Domingo
2
Marzo
Él debilitó mi fuerza en el camino; acortó mis días. Dije: Dios mío, no me cortes en la mitad de mis días; por generación de generaciones son tus años.
Salmo 102:23-24
Getsemaní, Gólgota

A menudo Jesús iba a orar en Getsemaní, ese huerto cerca de Jerusalén, al pie del monte de los Olivos. Esa noche tenía ante sí la muerte que debía conocer en todo su horror. Aunque allí en Getsemaní la ira de Dios aún no pasaba sobre él, su alma estaba embargada de tristeza y angustia.

Los discípulos, a los que Jesús deseaba tener junto a él, se habían dormido. La maldad y la traición lo rodeaban, y él oraba. Los esfuerzos de Satanás para ocultar a Dios al alma del Señor eran vanos. “Y estando en agonía, oraba más intensamente” (Lucas 22:44). La copa de los sufrimientos debía ser bebida, y Jesús la recibió entera y únicamente de mano de su Padre. “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:11).

A los que lo iban a prender, y a Judas quien lo traicionó, Jesús se presentó con la calma que caracterizó toda su vida. Los hombres retrocedieron y cayeron, pero él mismo se entregó según la voluntad de su Padre. ¡Qué glorioso!

Después de Getsemaní, lugar de dolores para Jesús, pero para nosotros fuente de liberación, era necesario ir hasta el Gólgota donde se levantaría la cruz. Allí Jesús no encontró la faz de su Padre, sino la ira de un Dios santo hiriendo a Aquel que llevaba nuestros pecados para expiarlos.

Jesús resucitado dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:46-47).

2 Samuel 22:1-30 – Hechos 10:25-48 – Salmo 28:6-9 – Proverbios 10:26