¿Quién escribió estas sorprendentes palabras? Un prisionero, el apóstol Pablo, mientras estaba encarcelado en Roma. Su vida corría peligro, sin embargo no estaba preocupado. Sabía que la muerte era un pasaje que lo conduciría a la presencia de Jesús. Esta declaración reposa sobre el hecho de que Pablo tenía plena confianza en las promesas de Dios.
Al escribir “para mí el vivir es Cristo”, Pablo afirma que Jesucristo es la fuente, el sentido y la meta de su vida. Y su afirmación tiene un profundo significado cuando se la pone en relación con las palabras de Jesús. Citemos algunas del evangelio según Juan:
“El que en mí cree, no tendrá sed jamás” (cap. 6:35).
“El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (cap. 4:14).
“El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (cap. 8:12).
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (cap. 14:6).
Si las recibimos, estas palabras de Jesús nos tocan hasta lo más profundo de nuestro ser. Ellas responden a nuestra búsqueda de sentido, a nuestra sed de vida, y nos dan la paz. Esa ha sido la experiencia de muchos creyentes desde el comienzo del cristianismo hasta nuestros días. Una fiel sierva del Señor decía: “Mi gozo de vivir es el amor -el amor de Cristo-, esta relación que Dios me permite tener con él y con su amado Hijo, desde la edad de 12 años, y que me sostiene. Esta relación cotidiana me hizo comprender el verdadero sentido de la vida”.
Éxodo 6 – Hechos 6 – Salmo 25:11-15 – Proverbios 10:11-12