El Señor está cerca: Jueves 4 Septiembre
Jueves
4
Septiembre
Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Juan 10:7
“De cierto, de cierto”
La puerta de las ovejas

A partir del consejo de Gamaliel al concilio (véase Hch. 5) y la pregunta del tribuno a Pablo en Hechos 21:38, podemos deducir que en los tiempos del Nuevo Testamento hubo varios hombres que intentaron levantarse como caudillos sobre los judíos. En el pasaje de hoy, nuestro Señor reveló cuáles eran sus motivaciones al decir “de cierto, de cierto os digo”.

La venida del Señor Jesús fue completamente diferente. Su propósito y esencia eran de otra naturaleza. Él es el Pastor prometido para el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento (Is. 40:11). El portero, Dios el Espíritu Santo o, en otro aspecto, Juan el Bautista, le abrió la puerta para liberar a sus ovejas del redil (aquí se trata del redil de la Ley y ovejas de Israel). Jesús ingresó a través de la puerta de la profecía y, por consiguiente, proclamó que él mismo era “la puerta de las ovejas” (Jn. 10:7, 9). Los creyentes responden a él y en él encuentran salvación, libertad y alimento. A diferencia de los ladrones que roban, matan y destruyen, Jesús vino para que cada creyente tenga vida abundante (v. 10), refiriéndose así a la vida eterna y a la seguridad eterna (vv. 27-29).

Al mencionar su muerte en el versículo 11, Jesús entonces pudo hablar de “otras ovejas que no son de este redil”, es decir, los creyentes gentiles (v. 16). Él anunció entonces que habría “un rebaño, y un pastor”. Aunque la Iglesia no es mencionada explícitamente en los escritos de Juan, sí tenemos esta preciosa imagen de la comunión cristiana, la cual no está limitada por las barreras físicas de un redil, sino unida bajo la conducción de un Pastor amoroso. Jesús deseó y logró hacer esto para que él y su padre pudieran poseernos tanto aquí en la tierra como en el cielo por toda la eternidad. Como sus ovejas, debemos mostrar sumisión, y si somos llamados a pastorear a nuestros hermanos, debemos hacerlo como lo hace nuestro Señor Jesús (véase 1 P. 5:1-7; Jn. 21:15-17).

Simon Attwood