Imagina la oscuridad de aquella noche oriental, aliviada por el resplandor y la claridad de la luz que arrojan los millones de plateados y parpadeantes mundos en lo alto. Abraham mira y, con asombro, escanea el brillante firmamento mientras Dios le dice: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar”. ¿Quién puede hacerlo? “Así será tu descendencia”. Esa fue una tremenda declaración.
¿Y qué leemos después? “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (v. 6). Con respecto a este hecho, Romanos 4 dice que “Creyó Abraham a Dios” (v. 3). En el relato histórico del Génesis vemos que Abraham “creyó a Jehová”. En el mismo capitulo de Romanos leemos que seremos justificados si creemos “en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro” (Ro. 4:24). ¿Hay una diferencia? Sí. Tú crees a Dios, tú crees en Él, y tu crees acerca de Él. Estas tres cosas se hallan en la Escritura, y tú dices, ¿cuál es la diferencia? Cuando creo a Dios, creo lo que Él dice: su Palabra. Si creo en Él, creo en lo que Él es en sí mismo; confió en Él; puedo descansar en Él. Si crees acerca de Él, crees en lo que Él hace. Así de simple.
A veces escucho a la gente decir: “no puedo creer”. ¡Ay! Cuando Dios te habla acerca de su bendito Hijo, y te dice: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo”, tú dices “no puedes creerle”. Cuando Dios te dice: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”, tú dices: “no creo que se refiera a mí”. ¿No es extraño? Puedes creerle a cualquiera excepto a Dios. ¿Estás convencido de la gravedad de tu incredulidad? Abraham creyó a Dios. Que puedas hacerlo tú también, que tu corazón sea capaz de decir en este mismo instante: “seré como Abraham y creeré a Dios”.