Evidentemente, los discípulos no podían suplir la necesidad de la multitud, pero el problema no fue solo ese, sino que tampoco pudieron confiar en que el Señor sí podía. Felipe y el resto de los discípulos habían agotado sus recursos, pero ¡ay!, no habían comenzado a confiar en su Maestro; es por eso que rápidamente le aconsejaron que despidiera a la gente. Pero Él les dijo: “Dadles vosotros de comer”, entonces se dieron cuenta que solo tenían cinco panes y dos pececillos. Sin embargo, estos eran recursos suficientes si Cristo estaba allí, independientemente de la cantidad de personas en la multitud, y ellos debieron haberlo sabido.
Muchos discípulos hoy en día actúan como los discípulos en aquel momento. Son ignorantes de los recursos de la fe que tienen a su disposición, pues nunca se han acercado a recogerlos. Como la viuda de Sarepta, poseen tan solo un puñado de harina y un poco de aceite, lo cual es muy poco para ellos, y menos aún para poder compartirlo con otros (1 R. 17:7-12). Pero el día en que la viuda salió a recoger un par de leños para preparar su última comida, y luego echarse a morir-ese mismo día fue el comienzo de una nueva vida y una nueva experiencia. Las palabras del varón de Dios cambiaron su perspectiva. “No tengas temor” le dijo, “hazme a mí primero de ello una pequeña torta” (1 R. 17:13). La gracia la condujo suavemente al principio; y, sin duda, la pequeña torta se hizo cada vez más grande a medida que la fe de la mujer se fortalecía. Aquel día la mujer descubrió que tenía recursos inagotables y, por lo tanto, la hambruna que había a su alrededor se había acabado según su propia experiencia. Sus necesidades fueron satisfechas abundantemente, y se convirtió en una fuente de bendiciones para otros; y esto es exactamente lo que el Señor espera de sus hijos hoy en día. Y, poseyendo la harina y el aceite, que son figuras de Cristo (nuestra vida) y el Espíritu Santo (el poder de nuestra vida), podemos ser canales de bendición para quienes nos rodean, a pesar de que vivimos en un mundo de escasez, sequía y muerte espiritual.