En la Biblia se habla de muchos misterios, pero solo uno se denomina el misterio de la piedad. “Misterio” significa secreto, pero un secreto que ha sido revelado y entendido por los verdaderos creyentes (Mt. 13:11). Debido al corazón malo de incredulidad del hombre, las multitudes, antes y ahora, no entienden el misterio de que Dios se hizo Hombre.
Dios fue manifestado en carne. La magnitud de este misterio es inmensa: Dios se hizo visible a los ojos de los hombres. Jesucristo era verdaderamente Dios encarnado (1 Jn. 1:1-2). “Indiscutiblemente” (1 Ti. 3:16) significa que está más allá de toda duda.
Justificado en el Espíritu. Jesús anduvo en perfección y sin pecado como un Hombre dependiente. Su vida santa, por el poder del Espíritu Santo, lo puso aparte. Jesucristo fue vindicado en el Espíritu en su resurrección (Ro. 1:4; 1 P. 3:18).
Visto de los ángeles. Los ángeles son seres espirituales creados por Dios. Cuando Cristo nació en Belén, los ángeles vieron a su creador en humilde humanidad, el Hijo de Dios encarnado. Con total reverencia, el mundo angélico estalló en alabanza y adoración delante de su Creador, ahora un Niño en un pesebre (Lc. 2:10-12).
Predicado a los gentiles. Cristo comenzó su ministerio público en búsqueda de judíos y gentiles (Lc. 4:18). Este ministerio ahora nos ha sido confiado.
Creído en el mundo. El Hijo del Hombre consumó la redención por su muerte y resurrección, así que todo el que cree en Él será salvo (Ro. 10:11-13).
Recibido arriba en gloria. Dios recibió al Señor Jesús, resucitado de entre los muertos, y lo hizo sentar a su diestra. Él está esperando el día en el que volverá en gloria visible y manifiesta (Hch. 2:34-35). La Iglesia es testigo de Dios con respecto a la gloriosa Persona de Jesucristo.