Los acontecimientos tuvieron lugar en el siglo XIX (19). Un barco de vapor se dirigía a Nueva York cuando se produjo un incendio en el depósito de carbón. Había un riesgo de explosión debido a la naturaleza de la carga. El capitán advirtió a su tripulación: «Señores, estamos en peligro, al borde de la eternidad y abandonados a la misericordia de Dios». Dio testimonio de su fe e invitó a todos a ponerse en regla con Dios. Aterrados, estos hombres acostumbrados a burlarse de Dios, se pusieron a orar. De repente el capitán tuvo la idea de inundar la bodega para evitar una explosión. Cuando el peligro pasó, lo comunicó a los oficiales, pero estos empezaron a reírse de su miedo, olvidando dar gracias a Dios por haberles salvado de una muerte segura. Mientras bromeaban, llamaron rápidamente al capitán porque no podían cerrar las válvulas y el barco se estaba llenando de agua, amenazando con hundirse. El capitán volvió a advertir a la tripulación. Los hombres se asustaron y empezaron a orar de nuevo. Finalmente, pudieron cerrar las válvulas, y el peligro pasó. ¡Todos volvieron a sus risas, indiferentes… !

Usted también puede haber estado al borde de la eternidad, puede haber estado cerca de la muerte. ¿Va a decir: ya oraré cuando se acerque el momento final? ¿Tendrá el tiempo y la fuerza para hacerlo? Solo Jesucristo puede salvarlo de la muerte eterna, pues él murió en su lugar para salvar al pecador arrepentido. ¡Acepte su gracia! Él se la ofrece hoy, gratuitamente, para perdonar sus pecados. ¡Jesús lo ama y quiere que esté junto a él en el cielo! No espere a mañana, ¡puede ser demasiado tarde!