Para los padres cristianos, es un deseo constante que sus hijos acepten y sigan por la fe al Señor Jesús. La Palabra de Dios guía la educación que les dan. Pero el camino para que lleguen a la fe es diferente para cada uno. Dios lo prepara cuidadosamente; y los medios que utiliza están fuera de nuestro control.
Veamos, por ejemplo, el caso de Diego: fue criado en una familia cristiana, pero a los 16 años aún no estaba muy interesado en la Biblia. De repente, su comportamiento cambió. Se volvió sumiso a sus padres, por el amor que les tenía, y trató de complacerlos y comprender la Palabra de Dios que leían en el hogar. Jesús pasó a ser su Salvador. Antes se distraía en las reuniones cristianas y decía que sus mensajes no lo convencían. Pero de repente comprendió que la vida de sus padres se parecía a la de Cristo: tenían paz, paciencia, humildad, compromiso por amor a Dios… ¡Descubrió el secreto de su felicidad!
Esto nos da ánimo como padres creyentes. Quizá, durante algún tiempo, nuestro apego a la Palabra de Dios y nuestra preocupación de ser guiados por su enseñanza no hayan sido comprendidos por nuestros hijos. Pero un día, el recuerdo de lo que les dijimos, y ante todo de lo que hicimos, dará frutos. Más que nuestras palabras, nuestro comportamiento en la vida cotidiana y familiar deja una huella inolvidable en sus mentes.
Y ustedes, jóvenes que no conocen tal ambiente cristiano, sepan que Jesús el Salvador está cerca de ustedes y quiere transformar sus vidas.
2 Crónicas 13 – 1 Corintios 6 – Salmo 101:5-8 – Proverbios 22:8-9