Era el final del verano, algunas personas seguían sentadas fuera, en la terraza de la cafetería. Me atreví a repartir algunos folletos que invitaban a creer en Jesús. Un empleado salió, me preguntó qué estaba haciendo, y yo se lo expliqué.
–No puede dar tratados en este lugar; vaya a hablar con el jefe.
El propietario era italiano. Le expliqué con más detalle de qué se trataba y me interrumpió:
–Dígame, ¿por qué hace esto?
–Para llevar a la gente al Señor Jesucristo.
Entonces me tendió la mano y la estrechó con fuerza.
–¡No hay problema!
Este hombre también creía que Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador. Luego me ofreció un capuchino. Al final, el empleado me acompañó a la puerta y me dijo que estaba buscando una Biblia en italiano. Me alegró poder darle una.
Llegué a la cafetería con miedo, pero salí feliz, pues el temor había dado lugar a la alabanza. El Señor allana nuestras dificultades, e incluso repara nuestros errores. Animémonos a hablar de Jesús, quien tiene el poder de salvar. ¡Dios bendecirá nuestro esfuerzo!
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1-2).
2 Crónicas 12 – 1 Corintios 5 – Salmo 101:1-4 – Proverbios 22:7