Es muy fácil culpar a Dios por el sufrimiento humano. Este argumento es común entre aquellos para quienes Dios parece muy distante: «¿Cómo puede un Dios poderoso y bueno permitir tanto sufrimiento? ¿Por qué no protege mejor a su criatura de los duros golpes de la vida?».

Dios mismo responde a esta pregunta en la Biblia. Nos dice que la causa principal de los males de la humanidad radica en que el hombre se ha alejado de Dios.

En el huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre después de crearlo, no había sufrimiento, ni enfermedad, ni muerte, estos vinieron como consecuencia de la desobediencia (Romanos 5:12).

Luego los hombres quisieron excluir a Dios, pero él fue paciente y no destruyó inmediatamente a los pecadores. Se ocupó de ellos, a pesar de que querían vivir su vida como les parecía, olvidando que le debían todo. Dios, quien no obliga a nadie, los dejó libres, y el mundo sufrió las consecuencias de una administración que no lo tuvo en cuenta.

El único responsable es, pues, el hombre, quien no quiso entrar en el plan de amor de Dios para él. Sin embargo, Dios no abandonó a su criatura. Él nos amó, incluso cuando éramos desobedientes y pecadores, y tenía un plan de gracia y perdón para nosotros. Dio a su Hijo Jesucristo, quien se ofreció en sacrificio para abolir el pecado y sus consecuencias (Hebreos 9:26). Para disfrutar de esta liberación, el hombre debe confesar sus pecados a Dios y aceptar su perdón, mediante la fe en Jesucristo.