Dios me ama y me habla… Incluso hoy su amor me invita a ir a él, pero mi conciencia me acusa: ¿cómo asumir mi pasado? ¡Aunque quiero hacer el bien, sigo cediendo al mal! ¿Cómo salir de esta situación? Dios me invita tiernamente a ir a él. Espera mi respuesta, ella le basta. ¡Él se encarga del resto!
Esta decisión moral compromete la totalidad del ser: voluntad, razón y sentimiento… E implica una conversión, es decir, un cambio en mi forma de vivir.
Por naturaleza el ser humano se opone a la voluntad y la bondad de Dios. Siempre quiere resolver sus problemas por sí mismo, y algunos quedan sin solución. Es difícil aceptarlo, pero es muy importante comprenderlo: ¡todos estamos dominados por la incredulidad!
Tomar la decisión correcta no es, pues, fácil. Incluso es imposible para un hombre abandonado a su suerte. Jesús dijo: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27). Aquí hay un segundo punto importante: Dios está a nuestro favor, nunca en contra. Si se lo permitimos, él se encarga de todo. Su misericordia, el poder del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios están ahí para ayudarnos a encontrar el camino hacia la luz, hacia Jesús. Entonces nos rendimos ante su gracia, y confesamos nuestro pesar por haber despreciado sus llamados. Es un cambio total de nuestra forma de pensar y de vivir. No hay dos conversiones iguales. ¿Cómo fue la suya?
2 Crónicas 10 – 1 Corintios 3 – Salmo 99:6-9 – Proverbios 22:3-4