Dios ha dado innumerables pruebas de su existencia a quienes abren los ojos para descubrirlas. La ciencia moderna, cuanto más sondea los secretos del universo, más demuestra que existe un Creador. A nadie se le ocurriría creer que un transbordador espacial es capaz de elevarse en el espacio, orbitar alrededor de la tierra y aterrizar a la hora y el lugar previstos, sin el conocimiento de matemáticos, técnicos, ingenieros electrónicos e informáticos. ¿Qué decir entonces ante la multitud de astros que gravitan en el cosmos con rigurosa precisión? Se ha dicho que se necesita mucha más credulidad para pensar que el universo surgió de la nada, que fe para creer en el Dios Creador.
Los científicos han calculado que el sol desprende la potencia de diez mil millones de bombas nucleares en un segundo. En la parte del universo accesible para nosotros, ¿cuántas estrellas emiten energía? Miles de millones, y eso quizá solo representa una ínfima parte de la inmensa incógnita ante la cual sentimos vértigo.
El mundo que descubrimos a través del microscopio es tan increíble como el del espacio. El microscopio electrónico revela la belleza, el orden y la armonía de lo infinitamente pequeño, tan extraordinario como lo infinitamente grande.
Sí, la grandeza de nuestro Creador es magnífica. Sepamos permanecer humildes ante él y darle el honor que merece.
2 Crónicas 7 – Lucas 24:36-53 – Salmo 98:1-3 – Proverbios 21:29-30