«Cortar cabezas, inmolar o acribillar a inocentes… Grupos religiosos fanáticos… explotan la paradójica relación que nuestra sociedad tiene con la muerte. Porque, por un lado, protegemos la vida humana, uno de nuestros derechos más sagrados; por otro lado, nuestro cine y nuestros videojuegos muestran imágenes cada vez más violentas y macabras». Esta reflexión de un periodista nos hace pensar en el versículo de hoy. El corazón se vuelve insensible cuando se alimenta del mal. La ceguera moral lleva a no distinguir entre el bien y el mal. Dicho desastre proviene de no querer escuchar ni creer lo que Dios ha dicho, es decir, de rechazar la Palabra de Dios. Este es el origen de toda la miseria del mundo.
Por el contrario, se nos invita a aprender más de “Cristo… conforme a la verdad que está en Jesús” (Efesios 4:20-21). Él nos mostró con su vida todo lo que es bueno según el pensamiento de Dios. En medio de la maldad que lo rodeaba, vivía haciendo el bien. Su muerte en la cruz demostró la maldad del corazón humano. En la cruz venció a todos los poderes espirituales de maldad. Ahora nos invita a contemplarlo a él, el Cristo resucitado, el Vencedor. Quiere transformar todo nuestro ser, perdonar los pecados de los que creen en él, y darles la fuerza para no dejarse arrastrar por el mal.
“En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad)” (Efesios 5:8-9).
2 Crónicas 6:1-21 – Lucas 23:26-56 – Salmo 97:1-7 – Proverbios 21:25-26