«La vida es difícil a cualquier edad. El niño conoce el miedo y la tristeza, el adolescente experimenta las primeras decepciones de su vida. A menudo los adultos se sienten agobiados por las preocupaciones de la vida cotidiana y las responsabilidades asociadas al trabajo y a la familia. Para muchos, la vejez no es un paseo tranquilo…
Nuestra vida, ¿es solo una sucesión de ciclos dolorosos o desagradables? En mi juventud, reflexionando en esto, un día me pregunté si valía la pena vivir… La única respuesta creíble que hallé está en la Biblia. Primero aprendí que todas las cosas negativas que afectan a la humanidad son consecuencia de su falta de relación con Dios. Al principio de la creación, Adán y Eva eran felices con Dios. Pero cuando desobedecieron, la desdicha entró en sus vidas y en la de todos sus descendientes, la humanidad entera, porque“todos pecaron”.
Esta primera constatación no me produjo satisfacción, al contrario. Pero felizmente también leí que Dios no quería dejarnos en ese estado. Cuando comprendí que él había enviado a su Hijo Jesús para salvarnos, la felicidad entró en mi corazón. Jesús no solo es mi Salvador, sino también mi esperanza, mi vida. Por él vivo ahora, esperando su regreso, pues volverá para llevar consigo a los que ha salvado. “Seremos arrebatados… en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).
¡La vida del cristiano sí vale la pena ser vivida!».
1 Crónicas 28 – Lucas 21:25-38 – Salmo 94:16-23 – Proverbios 21:15-16