Una información transmitida en forma de imagen suele grabarse en nuestra mente con más eficacia que la palabra hablada. Los medios de comunicación aprovechan esta tendencia a tal punto que nuestro siglo se ha convertido en el siglo de la imagen. Lo visual está presente en nuestras calles y en nuestros hogares. Como familia, con los ojos pegados a las pantallas, cada vez hablamos menos entre nosotros.
El primer libro de la Biblia ya censura la prioridad que se da a lo visual sobre lo auditivo. Eva sabía, porque había oído, que no debía comer del fruto prohibido. Pero “vio… que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos” (Génesis 3:6). ¡Olvidó lo que había escuchado!
La Biblia narra historias para ilustrar los pensamientos divinos, pero ella no es visual. Ella nos invita a escuchar su mensaje. Jesús es presentado como el Verbo (Juan 1:14) que se encarnó y fue visto por testigos que hablaron de él. “Lo que hemos visto con nuestros ojos… tocante al Verbo de vida… eso os anunciamos” (1 Juan 1:1-3). Jesucristo mismo nos habló de parte de Dios. Cuando leemos y escuchamos su Palabra, ella tiene un efecto en el corazón y en la conciencia. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu… y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Si escuchamos y creemos esta Palabra, ella produce fe. “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
1 Crónicas 24 – Lucas 19:28-48 – Salmo 92:10-15 – Proverbios 21:7-8