Durante las oleadas de calor del verano de 2019 en Europa, pudimos observar que varios árboles no soportaron el calor excesivo. Según informan algunas asociaciones forestales, un roble adulto necesita alrededor de 200 litros de agua diarios para mantener verdes sus 150. 000 hojas. ¡Cada día este árbol bebe tanto como 130 personas! Comprendemos que para él sea vital tener raíces profundas y abundante agua.

El creyente que pone su confianza en Dios es comparado con un árbol plantado en un lugar donde el agua nunca falta. Así, aunque surjan dificultades en su vida, el que confía en el Todopoderoso no será destruido por ellas. En lugar de desanimarse, seguirá haciendo el bien a los que lo rodean, como la sombra de un árbol en pleno calor. “Confía en el Señor, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad” (Salmo 37:3).

En el tronco de un árbol hay un flujo de agua y minerales que salen de las raíces y llegan hasta las hojas. Pero también está, gracias a la fotosíntesis, la energía que va desde las hojas a todo lo que crece: raíces, frutos y semillas.

El creyente es como un árbol plantado junto al agua, que da fruto (hace lo que agrada a Dios). Se parece cada vez más al Señor Jesús en sus actitudes, en su manera de vivir, y es útil a su Maestro.

“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Salmo 1:3).