Durante el culto, nos conmovimos de forma especial cuando la Cena se distribuye entre nosotros. En el momento de tomar el pan, nuestros corazones rebosan de agradecimiento por el amor de Jesús, quien dio su vida por nosotros.
El apóstol Pablo, después de revelar el significado de la cena conmemorativa a la iglesia de Corinto, pronunció palabras poderosas: “Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). La Cena del Señor no es un rito, sino una respuesta del corazón de los creyentes al deseo del Señor Jesús. Pone a Cristo en el centro, nos habla de su amor, de su sacrificio, de su cruz. Anuncia a quienes nos ven que Jesús murió por nosotros y por ellos. Tomar el pan y beber la copa son gestos sin palabras, ¡pero muy elocuentes!
Jesús nos pidió que celebrásemos la Cena para que no nos olvidemos de sus sufrimientos, de su muerte y de su sangre derramada, para que su sacrificio siempre esté presente en los pensamientos y en los afectos de los cristianos. Estos gestos manifiestan el amor que Cristo nos mostró al morir en la cruz. ¡Cuán agradecidos podemos estar!
“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:6-7).
Ezequiel 24 – Gálatas 1 – Salmo 37:35-40 – Proverbios 12:19-20